Carta de un viejo
Querida Julia:
No sabes lo solo que me has dejado. Sin el apoyo de tu brazo, mi andar es inseguro y vacilante. Cuando voy paseando por el parque arrastrando los pies, a veces oigo que dicen por lo bajo ¡pobre viejo! ¿Por qué? He vivido más años de los que quizás ellos vivan. He sufrido y he amado como quizás ellos no amarán nunca, pero, sobre todo, te he tenido a ti.
¿Sabes que ayer quisieron quitarme nuestra cama?, dicen que en una pequeña estaría mejor, pero me opuse firmemente, me puse como un loco y dijeron ¡chocheces de viejo! Pero ellos no saben que nuestra cama es lo último que quisiera perder, pues es el puente que me une a mis recuerdos. En una palabra, es mi mundo. Cuando a veces me acuesto aún me parece que siento el calor de tu cuerpo y si me doy una vuelta y me roza la sábana, me parece que es tu mano que acaricia mi frente.
Y a veces me despierto en mitad de la noche y me quedo asustado, sé que no estás allí, hasta que me doy cuenta de que tú me has dejado, que me estás esperando hasta que Dios quiera llevarme contigo. Ellos sólo ven una cama grande, una cama vieja, con un pobre viejo que se pierde en ella, pero no comprenden que en ella estás tú. En ella fuiste mía por primera vez, nacieron nuestros hijos y te cerré los ojos y aunque ahora estoy sólo, si cierro yo los míos el recuerdo de las noches de amor que pasamos juntos llena ahora el vacío y la soledad que me rodea.
A veces, cuando no me ve nadie, me levanto de puntillas y sin hacer ruido saco un camisón tuyo que tengo escondido en el fondo de un cajón y lo extiendo en la cama a mi lado y duermo tranquilo y feliz, pues ya no estoy sólo, pero a la mañana siguiente tengo que volver a esconderlo, sin que nadie lo vea, como si fuese un pecado, pues dirían que estoy loco. Y es que con el paso de los años me doy cuenta de lo que tú me decías y yo entonces no entendía. Que no es la pasión que es flor de un día, es la compañía lo que se añora. ¡Si te pudiera rodear con mis brazos y apretarte contra mi corazón, aunque no dijeras nada!
Julia, ahora ya soy un viejo y la gracia es que no me importa reconocerlo. Hasta ahora era un joven de setenta años. Me interesaba por el mundo que me rodeaba y los achaques de le edad no podían conmigo. Tenía un espíritu joven aunque mi cara estuviese surcada de arrugas, pero ahora, desde que tú me dejaste, estoy derrotado, vencido, ya no me interesa nada, porque este ya no es mi mundo, ya casi no nos quedan amigos ni parientes, pues poco a poco, todos se han ido yendo y en esta nueva generación yo ya no tengo sitio.
Quieren tirar la cama y no saben que es el único sitio en que no me da miedo la muerte, pues acostado en ella pienso que he sido afortunado, pues como dice el evangelio he conocido a mis hijos y a los hijos de mis hijos hasta la tercera generación. Mi vida ha sido una vida plena. Creo en Dios, y creo en la otra vida, pues en ella sé que voy a encontrarte.
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